El cultivo en granjas verticales tiene
ciertas ventajas que merece la pena tener en cuenta. En primer lugar, si se
aprovechasen los edificios como superficie para las plantas, aumentaría en gran
medida la superficie cultivable y
no se necesitarían nuevos terrenos para poner en marcha nuevos cultivos.
Por otra parte, la implantación de las
granjas verticale tendría un impacto
ambiental muy positivo. Las plantas y los árboles son los
principales agentes purificadores de dióxido de carbono y las superficies
verdes ayudan en las ciudades a combatir la polución y el efecto invernadero
producido por las fábricas o los escapes de los vehículos.
Se trata de un proceso controlado para el
que se utilizan procesos relacionados con la energía solar y técnicas como la hidroponía
o aeroponia, por lo que no
sería necesario el uso de pesticidas, fertilizantes y otros elementos químicos que
contribuyen en gran medida a la contaminación del suelo y el aire.
Cabe destacar que también surgen algunas voces contrarias a las granjas
verticales, o que al menos dudan de su viabilidad. En este sentido, los más
críticos defienden que el gasto energético en los niveles inferiores debe ser
demasiado grande para poder abastecer los niveles superiores. Sus defensores
afirman que esto no es así y señalan que ya existen las tecnologías necesarias
para poner en marcha granjas verticales eficientes.